domingo, 30 de mayo de 2010

¿Cómo impacta la crisis global en Argentina?

19 de mayo de 2010




Cristina retomó en estos días el doble discurso “anti- FMI” y “anti-políticas neoliberales”. Se despachó a gusto criticando las recetas que se están implementando en Europa y, en particular, los planes de ajuste exigidos por el FMI y el Banco Central Europeo ya aceptados por los gobiernos de Grecia, Portugal, España y Gran Bretaña. Señalemos el carácter cínico del planteo de los Kirchner: el representante argentino ante el FMI se pronunció a favor del ajuste exigido por el organismo, en una nueva prueba del famoso “decir una cosa en la tribuna y hacer exactamente lo contrario en la realidad”.



Pero nos interesa acá analizar el otro argumento del gobierno. Sostiene que, debido a que la Argentina hace las cosas “distinto”, la crisis no llegaría a nuestras tierras. Esta afirmación no es nueva: el gobierno nos la empezó a vender en 2007, cuando la crisis recién comenzaba; que estábamos “blindados” y que, debido a las bondades de la política económica kirchnerista no nos veríamos afectados. Como siempre, la mentira tiene patas cortas.



Empecemos por lo más importante, la deuda externa. Durante el “veranito” de la economía mundial, entre 2003 y mediados de 2007, el gobierno nos decía que la deuda “ya no era un problema”, “se reducía con el canje” (vulgar mentira), o se “refinanciaba” pateando los vencimientos para adelante. Todo eso se acabó desde el estallido de la crisis en julio de 2007. A partir de ese momento ya todos los pagos de la deuda serán “en efectivo”. Camino que ya había emprendido el gobierno pagándole de contado al FMI en enero de 2006, con el verso de que nos íbamos a desendeudar.



El gobierno salió desesperadamente a buscar de dónde sacar la plata. Y así tuvo su primera derrota importante con la Resolución 125, en el conflicto por las retenciones. A partir de ahí empezó el ajuste. Los pagos de deuda se comieron rápidamente todo el superávit fiscal, y luego siguieron con la caja del Anses, del Pami, de la Lotería y ahora con las Reservas. Cuando no le alcanzó para continuar pagando la masa de subsidios a las privatizadas para sostenerles sus superganancias, empezó a incrementar las tarifas.



Todo esto no es nuevo. Y ahora, con esta nueva crisis, va a pegar un salto. El gobierno está jugado a pagar, pagar y seguir pagando los vencimientos de deuda. A ser el “mejor alumno”. Por eso ahora está metido en el nuevo canje. Sostiene que pagar es para obtener financiamiento a tasas accesibles. Pero no las consigue. Ya tuvo que suspender la emisión de un nuevo bono Global 2019 (más deuda), porque se dio cuenta que era imposible conseguir tasas inferiores al 15%. Conclusión: esa plata que no vendrá, saldrá del presupuesto. Será entonces menos dinero para los salarios de los estatales (que hace años están por el piso), para salud, educación o vivienda. El gobierno también deja correr la inflación, porque le permite recaudar más (en pesos y, como el dólar está quieto, también en divisas).



A fines de 2008, cuando la crisis mundial generó su segundo capítulo -la caída de Lehman Brothers y el hundimiento de bolsas y bancos en Estados Unidos-, también se hizo trizas el argumento oficial de que nuestra economía real no sería afectada, ya que a nosotros “nos compra China”. En apenas un par de semanas, una ola de despidos liderados por las empresas transnacionales que operan en nuestro país dejó a centenares de miles de compañeros sin trabajo. Otros tanto sufrieron suspensiones y rebajas de sueldos. La salida del gobierno, en ese momento, fue salir a bancar a las empresas: recordemos el insólito crédito de Cristina a la General Motors, en el mismo momento en que se estaba hundiendo en los Estados Unidos.



La conclusión es transparente: como ya nos pasó en 2007, no es cierto que estamos “blindados”. Ya estamos pagando los efectos de la crisis mundial. La inflación y los bajos salarios son la mejor expresión. No podemos descartar que, si la crisis se profundiza, haya una nueva oleada de despidos. Hoy, en el fragor de un nuevo capítulo de la crisis capitalista global, se impone, más que nunca, dejar de pagar la ilegal, inmoral y fraudulenta deuda externa. Y usar esos fondos para un plan económico de emergencia al servicio de los trabajadores y el pueblo, que nos “blinde” de verdad, ante las más que probables consecuencias del tsunami económico que atraviesa el mundo.

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