En vísperas de la Guerra Civil Española, el poeta Miguel Hernández escribió un libro titulado “El rayo que no cesa”. Pocos títulos podrían reflejar mejor este nuevo capítulo de la crisis capitalista imperialista mundial.
La crisis no cesa. A pesar de que, pocas veces en la historia se gastó tanta tinta para sostener, una y otra vez, que “ahora sí”, el desbarranco que había comenzado en julio de 2007 con el estallido especulativo de las hipotecas en los Estados Unidos, “ya había pasado”. Repasemos: se dijo (y escribió en los principales medios financieros del mundo) que la economía mundial se recuperaba en octubre de 2007, mayo de 2008, varias veces en 2009, y a comienzos de 2010. Y siempre para que la realidad despertara a todos diciéndoles que la crisis, cada vez más aguda, seguía.
Ahora le toca a Europa. Todos lo reconocen, no es sólo Grecia, por más que el estallido haya comenzado por ahí: el país helénico tiene un déficit fiscal del 14% del PBI, pero Irlanda tiene un 15, España un 12, Portugal el 9 y Gran Bretaña el 13. Las deudas de estos países son astronómicas, siendo sus principales acreedores los bancos alemanes y franceses. Todo en el marco de una Unión Europea donde, “teóricamente”, nadie puede pertenecer con un déficit superior al 3% y una deuda más allá del 60% del PBI.
¿De dónde salió este nuevo capítulo? ¿Se trata simplemente de que Grecia “mintió”, escondiendo los números reales de su economía, como señalan algunos analistas?
No hay que ser ingenuos. Ciertamente el gobierno griego mintió -ayudado entre otros por Lehman Brothers, que le “dibujó” los números de su endeudamiento-, pero eso no explica la bola de endeudamiento y déficit de los demás países europeos. La explicación está en otro lado: desde que estalló la crisis en 2007, el Banco Central Europeo acompañó a la Reserva Federal yanqui, al Banco de Inglaterra, al de Canadá y al de Japón en un fenomenal salvataje de los bancos en quiebra. Se tiraron billones de dólares al mercado. Y ahí están, generando ahora una nueva burbuja de endeudamiento, hoy impagable.
Las respuestas de los gobiernos de la Unión Europea son las mismas. Por un lado seguir tirando plata para salvar a los especuladores. Se acaba de implementar un “mega-rescate” de 750.000 millones de euros. Para Grecia solamente, hay un plan especial de 110.000 millones de euros. Pero lo más grave es que ellos mismos saben que esto significa solamente tirar la pelota para adelante. Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, declaró: “el salvataje de un billón de dólares aprobado por la Unión Europea y el FMI es sólo para ganar un poco de tiempo”.
¿Tiempo para qué? Para ver si pueden hacer pasar el “verdadero” plan: un brutal ajuste, histórico, como no se vio en Europa desde la crisis del 30. Ya lo pusieron en palabras los gobiernos de Grecia, España y Portugal: recortar salarios, eliminar el aguinaldo, aumentar el IVA, despedir empleados públicos, alargar la edad jubilatoria. El nuevo gobierno británico de Cameron parece seguirlos. En síntesis, liquidar viejas conquistas que las clases trabajadoras consiguieron con un siglo de luchas y vienen defendiendo con uñas y dientes. La respuesta obrera y popular fue clarísima, con las multitudinarias marchas y huelgas en Grecia, con las que se vienen en España y Portugal.
Europa entera cruje. Ya nadie se anima a pronosticar sobre el futuro del Euro, la moneda creada hace menos de 10 años como símbolo de una supuesta prosperidad capitalista en la región. Todos saben que este estropicio no terminará en el viejo continente, y empiezan a mirar las consecuencias sobre las economías yanqui y asiáticas.
La crisis abierta en julio de 2007 no cesa. Ya es la más grande desde 1930. Pero, parafraseando nuevamente a Miguel Hernández, no apareció de la nada, no fue un rayo en cielo sereno. El capitalismo imperialista hace 40 años que vive de crisis en crisis. No nos olvidemos del efecto Tequila en México 1994, la crisis asiática del 97, la rusa del 98 o la nuestra de 2001. Es la misma crisis con especulación, superganancias financieras, y luego, los estallidos. Siempre queriendo que las consecuencias las paguen los trabajadores, a través de los planes de ajustes “salvadores”. Y los pueblos, siempre también, resistiendo, como hoy en Grecia o España. Porque eso tampoco cesa: los millones que gritan “que la crisis la paguen ellos, los que la provocaron, los especuladores, los banqueros, los capitalistas”.
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