domingo, 23 de enero de 2011

La inflación se come los billetes y los salarios

¿A qué se debe la falta de billetes? Es simplemente una expresión más de la inflación, esa que según el gobierno “no existe”. Se impone exigir un aumento de emergencia para que los trabajadores recuperemos nuestro poder adquisitivo


Algo tan sencillo como conseguir la plata de nuestro propio sueldo se transformó, desde principios de diciembre, en una verdadera odisea. El paisaje cotidiano se llenó de cajeros automáticos que no funcionaban, larguísimas colas en los pocos que todavía tenían dinero, jubilados y trabajadores que debían esperar horas para cobrar sus salarios o simplemente retirarse para volver al otro día porque “el banco no tiene billetes”. Se terminó creando una especie de pseudo “corralito”, que a muchos hizo acordar a fines de 2001.

¿Se trata simplemente de un “problema técnico” o de la impericia de algún funcionario del Banco Central? Por supuesto que el equipo de Marcó del Pont está demostrando la más absoluta falta de profesionalismo en el tema -que terminó con la emisión de billetes en Brasil y su retraso para traerlos al país debido a que los aviones a cargo de hacerlo estaban destacados al operativo del Dakar- .

También es cierto que los bancos, como siempre, priorizaron sus negocios y nadie los obligó a cumplir con lo básico del servicio. Los pocos billetes que circulaban los priorizaron para sus clientes, dejando colgados a jubilados y trabajadores que buscaban desesperadamente un cajero con plata. Los bancos esgrimían la excusa de “problemas técnicos” para reponer los cajeros, pero estos “problemas” desaparecían cuando llevaron cajeros móviles a las playas más caras de Pinamar y Punta del Este para que “sus” clientes no tuvieran problema para retirar dinero. Pero vayamos al tema de fondo.

Con 100 pesos ya no se compra nada

La falta de billetes es la mejor demostración de lo que el gobierno viene negando desde enero de 2007, cuando se produjo la intervención del Indec: en nuestro país hay una inflación galopante y con los billetes existentes cada vez se puede comprar menos.

Cualquiera puede comprobarlo mirando los gastados papeles de 50 y 100 pesos, que años atrás lucían siempre flamantes, e incluso a veces costaba “cambiarlos”. Hoy, para adquirir lo mismo que en 2003 se compraba con 100 pesos, se necesita entre 300 y 400. Veamos algunos ejemplos: el billete de 100 equivalía entonces a 87 kilos de azúcar -hoy apenas a 20-; a 43 paquetes de yerba de un kilo -hoy a 16-; a 47 paquetes de fideos -hoy a 13-, a 63 botellas de cerveza -hoy a 22-, o a 72 litros de leche larga vida -contra 24 al precio actual-.

¡Que aumenten los salarios!

El gobierno de Cristina, una vez más, se hace el distraído. La Presidenta del Banco Central dice que todo se resuelve “usando otros medios de pago”, como tarjetas de débito o crédito. ¿Nadie le contó que el 40% de los trabajadores está en negro y la mayoría no cuenta con tarjeta alguna? Ni siquiera tomó la medida elemental de exigir a los bancos priorizar el pago a jubilaciones y trabajadores, u obligarlos a tener cajeros exclusivos con recarga de dinero prioritaria para cuentas sueldos y jubilaciones.

La falta de billetes desnudó que con los escasos “papeles con cada vez menor valor” no se puede vivir. La carestía se comió los billetes, lo que quiere decir que se comió nuestros sueldos. La intervención del Indec, increíblemente, dice que la inflación de 2010 fue de sólo 10,9%. Innumerables estudios privados la ubican entre el 25 y el 30%. Los artículos de la canasta familiar aumentaron mucho más, algunos de ellos hasta el 100%. Si alguien tenía alguna duda, hoy lo demuestra el papel gastado con la cara de Roca.

Por eso está planteado más que nunca pelear por un aumento de emergencia ya, para recuperar algo de nuestro devaluado salario, al mismo tiempo que exigimos negociaciones paritarias sin techo y con cláusulas gatillos -volver a negociar si la inflación se vuelve a disparar a mitad de año-, ya que tenemos que recuperar no sólo lo que perdimos en el 2010, sino lo que ya estamos empezando a perder en lo que va de 2011. Ya varios gremios hablan de tomar como base una inflación anual de 30 o 35%, en vez de la del Indec. Moyano, que de nuevo había reconocido “la inflación de los supermercados” y al principio dijo oponerse al intento de ponerle un piso de 20% a la negociación salarial, luego se desdijo, “rectificándose”, planteando que cada rama de actividad pida lo que quiera, dejando una vez más dividido al movimiento obrero. Y, como siempre, a ningún burócrata se le ocurre ni por asomo plantear un plan de lucha. Por eso, confiando en nuestras fuerzas, discutiendo y eligiendo paritarios en asambleas, tenemos que, en este 2011 que comienza, dar pelea por la exigencia elemental de recuperar el poder adquisitivo de nuestros salarios.

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