martes, 30 de septiembre de 2008

Crisis mundial: ¿salvar a los capitalistas o expropiarlos?

Este lunes 29 de setiembre, todos los operadores de Bolsa del mundo se paralizaron y miraron a las pantallas que mostraban los resultados de la votación en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Increíblemente, el proyecto enviado por el Presidente Bush había sido rechazado. Y, lo que es peor, con una mayoría de votos en contra de su propio partido.
Inmediatamente empezó la caída más espectacular que se haya visto de todos los mercados mundiales. El índice Dow Jones (de la Bolsa de Wall Street) retrocedió 777 puntos (la mayor caída en volumen de toda su historia y la mayor en porcentaje desde el día de la caída de las Torres Gemelas). También cayeron en cadena todas las bolsas europeas, asiáticas y latinoamericanas. Bajaron el petróleo, la soja, el trigo, mientras el dólar y el euro se derrumbaban frente al yen japonés.

El voto negativo

132 diputados republicanos votaron en contra de los 700.000 millones de dólares del rescate a los bancos. Lo hicieron desde una defensa ultracerrada de la “no intervención del estado en los mercados”. En general son representantes de los estados yanquis del centro de los Estado Unidos, menos vinculados al “mundo de las finanzas” e integrantes de lo que se conoce como los “neoconservadores”, ultraderechistas, rabiosamente a favor de la guerra de Irak y con fuertes vínculos con la derecha religiosa. Medios conservadores como Fox News sostienen encendidamente esta posición, llegando incluso a acusar a Bush de tomar “medidas socialistas”.
Del otro lado, una mayoría de los diputados demócratas (141, aunque hubo también 90 que votaron en contra), más apenas 66 republicanos que logró alinear Bush, defendieron la “intervención del estado”, que se materializaba en otorgarle los 700.000 millones al Secretario del Tesoro, Henry Paulson, para que el procediera a “salvar” a los bancos en problemas. Este rescate no significaba en absoluto ninguna salida para los deudores hipotecarios que están perdiendo sus casas, ni para los trabajadores que están siendo despedidos. Salvaba las ganancias de los bancos, socializando las pérdidas, es decir, cargándole al estado el costo de los quebrantos. Ni siquiera se tuvo en cuenta el tibio reclamo de algunos acerca de que, por lo menos, el estado obligara a los bancos a entregar acciones por la misma suma en que le pasaba deudas al fisco. Ni tampoco la elemental crítica ética de que no se le pagaran los millonarios “premios” en dólares que se autoadjudicaban los directivos de los propios bancos en crisis.
Ahora seguirá y se profundizará la crisis y vendrá la polémica y el “pase de facturas”. Se acusará a los que votaron en contra de haber impedido una intervención y regulación de los mercados que “hubiera permitido estabilizar la situación”. Del lado neoconservador se les contestará que la salida estaba en “bajar más aún los impuestos a los capitales y las ganancias”, o sea menos impuestos para los ricos a costa de achicar más aún el casi inexistente gasto social norteamericano (donde son millones, por ejemplo, los que no cuentan con ninguna cobertura de salud). Mientras tanto, seguirán “volando” los centenares de miles de millones de dólares que maneja la Reserva Federal (y que, por lo tanto, no requiere de ningún “voto” del Congreso yanqui). Así se cargó al estado las deudas incobrables de Bear Stearns en marzo pasado, y se nacionalizaron de hecho AIG y Fannie Mae y Freddie Mac hace quince días.
Pero no es sólo los Estados Unidos. En Europa, en medio del vendaval, fueron intervenidos el banco alemán Hypo Real Estate, el belga holandés Fortis, el franco-belga DExia, el británico Bradford & Bingley y el islandés Glitnir. En febrero pasado se había nacionalizado el británico Northern Rock.

La única salida es el socialismo

El capitalismo liberal fue el responsable de que se amasaran fortunas en miles de instrumentos especulativos en las últimas décadas. No fue por “falta de regulación”. Desde mediados de la década del ´80 se viene creando una “regulación a medida” –bajo el nombre de la “desregulación”- que favorece a los bancos de inversión, a los fondos buitres, y a cuanto especulador poderoso ande dando vueltas por el planeta. Se juega impunemente con los fondos de pensión (la plata de los jubilados de todo el mundo), con los préstamos hipotecarios que pagan sacrificadamente mes a mes los trabajadores, y se provocan subas o bajas de los tipos de cambio, las acciones, otros instrumentos y hasta el valor de materias primas básicas para la alimentación mundial, provocando crisis por hambre como las que vimos en los últimos meses.
Ahora, ante el estropicio y el crack, aparece toda la corriente de los “reguladores”, los que exigen “más intervención del estado”. ¿Intervención para qué? ¿Hecha por quién?
La experiencia de los “intervencionistas” en el último año es clarísima. Un billón de dólares, mucho más que toda la ayuda mundial al desarrollo, infinitamente más que todos los fondos de los organismos que tratan de paliar el hambre extremo, montos impensables de dinero colocados para salvar a los multimillonarios y sus maniobras. Mientras tanto, salvajemente, se deja en la calle a deudores hipotecarios, se hacen recortes de puestos de trabajo, y ya “se avisa”, que ahora habrá problemas con los pagos de las cuotas de autos, préstamos para educación y hasta consumo corriente de tarjetas de crédito. Se les corta el crédito a los trabajadores norteamericanos y europeos, se les exige pagos en efectivo o se los ejecuta. Y, por supuesto, para ellos no hay “rescate ninguno”. Y, en lo que toca a nuestros países, se sigue reclamando el pago de las deudas externas, mientras se continúan con el saqueo de nuestros recursos naturales, saqueando nuestro petróleo, gas y minerales.
¿Puede asumir “la intervención” otras forma, más favorables a los trabajadores y pueblos del mundo? Muy difícilmente esto suceda mientras los que nos gobiernen sean los propios multimillonarios y sus agentes. Estos rescates no son sorprendentes cuando vemos que quien los comanda, el Secretario del Tesoro yanqui, Henry Paulson, era, hasta antes de asumir su cargo, el máximo directivo de Goldman Sachs, uno de los pulpos más importantes de Wall Street. Y tampoco esto cambia cuando miramos a los demócratas, ya que los principales economistas de Obama son Paul Volcker (el mismo que inició la crisis de la deuda externa latinoamericana en 1982) y Robert Rubin, secretario bajo Clinton, que mantuvo en el cargo de presidente de la Reserva Federal a Alan Greespan, el “padre” tanto de la burbuja especulativa de los ´90, que terminó en el estallido del Nasdaq en el 2002, como de la actual crisis de las hipotecas “subprime”.
Existe una salida, sin duda. Y pasa por la intervención del estado, pero de otro estado, uno gobernado por los trabajadores. Requiere no el salvataje, sino la expropiación de los pulpos multinacionales que están llevando la humanidad al desastre. Pasa por nacionalizar todos los bancos, única forma de resguardar de verdad los ahorros de los trabajadores y, a la vez, aplicar planificadamente esos fondos a programas que resuelvan las necesidades populares. Exige prohibir las suspensiones, despidos y ejecuciones de vivienda, y garantizar a cada ciudadano el derecho a un trabajo, un sueldo digno, una vivienda, salud y educación. Todo esto se puede hacer, requiere incluso menos dinero que el que está circulando en la “bicicleta financiera” mundial por estos días. Y tiene un nombre: se llama socialismo.

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