domingo, 22 de agosto de 2010

Apuntes para analizar la política económica kirchnerista

Más allá del doble discurso: la continuidad de un modelo de acumulación excluyente, concentrado y extranjerizante. Apuntes para analizar la política económica kirchnerista
(Publicado en Anuario EDI 2011)
El debate sobre las continuidades y rupturas del modelo económico kirchnerista con respecto a períodos anteriores es apasionante, habiéndose transformado en un verdadero parteaguas para el análisis de la coyuntura económica argentina. Por supuesto, toda clasificación es relativa a un segmento de la realidad. Por eso en el presente texto nos posicionaremos en tratar de dilucidar alguna conclusión o tendencia, ya que, como todo en la realidad, siempre hay “continuidades” y “rupturas”. En ese marco, luego de proceder a precisar de qué hablamos cuando nos referimos a “modelo económico post-convertilidad”, nos ubicaremos entre aquellos que encontramos muchas más “continuidades” que “rupturas” con modelos anteriores. Dado que este texto es fruto del debate colectivo llevado adelante en el taller anual del EDI, iremos manteniendo las preguntas base que lo convocaron, a los efectos de que se pueda comparar con los otros textos de este mismo anuario.

Acerca del debate sobre la existencia de “un modelo económico post-convertibilidad”

La primera propuesta es ponernos de acuerdo acerca de que estamos comparando. Y para ello debemos definir que es un “modelo”.Si definimos “modelo” como usualmente se lo hace para periodizar la economía argentina (a grandes rasgos primario exportador, sustitutivo de importaciones y post-76 , la respuesta es tajante: no. No hay un nuevo modelo económico post-convertibilidad. Las continuidades con los ejes centrales de acumulación del capital en nuestro país son mucho mayores a las rupturas.

Los grandes ejes del modelo de valorización financiera –el endeudamiento externo, la fuga de capitales financiada por la apertura cambiaria, una ley de entidades financieras que prioriza la acumulación en ese sector, y la prioridad a la concentración y centralización del capital, siguen siendo las características centrales y prioritarias para entender la estructura económica argentina y analizar sus políticas económicas. Para precisar, estamos afirmando la permanencia de un mismo régimen de acumulación, que continúa desde 1976 a la fecha.

Claro que esta respuesta que ensayamos encierra un problema: no hay grandes debates sobre como definir al régimen de acumulación primario exportador, o a la sustitución de importaciones con sus dos fases. Sin embargo, los economistas argentinos no hemos logrado ponernos de acuerdo en como denominar al nuevo régimen de acumulación abierto con la dictadura. Por la profusión de sus trabajos y su especialización en el tema, hemos terminado aceptando el nombre de “hegemonía financiera” o “valorización financiera” establecida en su momento por Basualdo y Khavise. Pero sabemos que eso deja abiertas cantidades enormes de sutilezas acerca de cómo exactamente funcionaba ese régimen de acumulación, cuál fue (y es) la importancia precisa del endeudamiento externo, cuál la de la fuga de capitales, etc. Y estos matices no resueltos pueden generar zonas grises al precisar el grado de “continuidad” de este régimen de acumulación en el siglo XXI. Aún así, tenemos absoluta claridad que no se ha abierto un nuevo régimen basado en la industrialización y la diversificación productiva hacia el mercado interno (como se sostiene desde sectores cercanos al oficialismo), ni tampoco tenemos una “reprimarización” de la economía basada en la soja que nos permita hablar de algo similar a una vuelta al régimen agroexportador.

Definida esta continuidad en el nivel de análisis de los regímenes de acumulación, corresponde que descendamos a un espacio más concreto: el de las políticas económicas.

Acá sí, evidentemente, las políticas económicas de este gobierno son diferentes a las de la década del 90. Sin embargo, esto no significa ninguna excepcionalidad. El régimen de acumulación de valorización financiera ya tuvo diferentes políticas económicas, incluso dentro de un mismo gobierno. En una rápida enumeración: ajuste inicial del período 76-78, enfoque monetario de la balanza de pagos (79-81), devaluaciones y estatización de deuda (81-83), política económica clásica de la sustitución sin tocar las modificaciones de la dictadura (1983-1985), ajuste heterodoxo (1985-89), privatizaciones y ajustes sin convertibilidad (1989-1991), convertibilidad (1989). Y luego la “post-convertibilidad”.

Nótese que las políticas “post convertibilidad” no comienzan con Kirchner, sino a principios de 2002, con la devaluación, y siendo más precisos, a fines de 2001, con la cesación de pagos. Y que, sus primeros efectos en términos de reactivación y crecimiento económico son del segundo semestre de ese año, aún durante el gobierno de Duhalde. Por lo que, aún en el terreno de las políticas económicas, existe también una segunda “continuidad”, en este caso con el duhaldismo.

Continuidades y rupturas al interior de las políticas económicas post-devaluación

Las políticas económicas, en sus grandes rasgos, han mantenido continuidad desde la maxidevaluación de de 2002. Podemos, sin embargo, ensayar dos periodizaciones.

La primera, en base a la correlación con los momentos de crecimiento y recesión.

La gran subdivisión está aquí dada por su relación con la economía mundial: antes y después de la crisis de 2007. Encontramos entonces, un primer período con fuerte “viento de cola” y superávits gemelos. La economía argentina crece a tasas muy altas, en el marco de lo que sucede en todo Latinoamérica y el mundo.

Y luego pasamos a un segundo período con una coyuntura internacional más adversa. Este segundo período a su vez puede subdividirse en un primer momento donde la economía cae en la recesión (2008-primer semestre de 2009), y otro, donde con un conjunto muy agresivo de políticas contracíclicas, se da la reactivación posterior.

La otra forma de periodización implicaría poner énfasis en los momentos de relativa unidad burguesa (por afinidad o disciplinamiento) con el gobierno kirchnerista, y los de ruptura.

Así tendríamos un primer período, que coincide con todo el gobierno de Néstor y los primeros meses de Cristina, hasta el conflicto de la 125. Básicamente, la característica del mismo fue la existencia de una mayoría muy sólida y homogénea de la burguesía nacional y extranjera que se alineaba con el gobierno (lo cual no quiere decir que al interior de este bloque no existieran ganadores y perdedores relativos).

Luego se abre un segundo momento, donde se da una división muy importante en la burguesía, con un sector que pasa claramente a la oposición. Desde agosto de 2008 hasta las elecciones de junio de 2009, esta etapa se caracteriza por un gobierno claramente a la defensiva.

Y, finalmente, un nuevo período, posterior a las elecciones de 2009 hasta hoy, caracterizado por la ofensiva del gobierno en una política anticíclica que confronta fuertemente con el sector burgués opositor, aunque siempre manteniendo los trazos generales del conjunto de la política económica (en ningún momento, ni siquiera retóricamente, se sale hacia políticas “anticapitalistas”).

Consecuencias sobre la estructura económica argentina

Claramente la estructura económica argentina ha sufrido transformaciones. Sin embargo, cabría preguntarse si estas son consecuencias directas de las políticas económicas post 2003 (propias del kirchnerismo), o de las post 2002 (devaluación), de la coyuntura internacional expansiva del período (segundo semestre de 2002-primero de 2007), o de cambios estructurales que venían incubándose incluso desde la década anterior.

Esto último parece ser lo central en el sector agropecuario. Acá operó la gran transformación-reconversión que se venía incubando y que, precios relativos mediante, se produce desde 2003 (estos cambios estructurales ya los analizamos en el Anuario EDI 2008).

En el sector financiero, es donde se han dado menos modificaciones. Discrepamos con toda una serie de interpretaciones que analizan la década del 90 como una liderada por un “bloque de poder” con hegemonía de este sector, que habría sido reemplazada en el siglo XXI por otra donde el sector cumple un rol más subordinado. La realidad es que los bancos recuperaron sus niveles de ganancia de la década del 90, y, redescuentos mediante, pudieron licuar la totalidad de sus pérdidas de la pesificación asimétrica. Sí cabe analizar, como un efecto concreto de la política económica kirchnerista, la mayor presencia de los bancos estatales en los mercados de depósitos y créditos -aunque cabe aclarar que, salvo en el período contracíciclo final (2009-2010) el crédito hipotecario y el crédito para la pequeña y mediana empresa brilló por su ausencia y los sectores populares siguieron teniendo como única herramienta de -crédito las tarjetas).

En el sector industrial, si bien se ha producido algún grado de “re-sustitución” de importaciones, sobre todo en el momento inmediato posterior a la devaluación, no se ha modificado estructuralmente el patrón de acumulación. La industria argentina sigue caracterizándose por su falta de articulación en sus eslabones productivos y presenta la misma concentración, centralización y extranjerización que en la década del 90. Al respecto remitimos al reciente trabajo de Azpiazu y Schorr.

Un elemento nuevo que irrumpe en la estructura productiva argentina es el sector minero. Producto de un conjunto de legislaciones nacidas en la década del 90 –que arrancan con la propia reforma constitucional de 1994, la minería a cielo abierto, con la presencia de las transnacionales más importantes del mundo, hace su ingreso en la Argentina, como un nuevo actor cuyas consecuencias, sobre todo sobre las economías regionales de las provincias afectadas, todavía no vemos con toda su magnitud.

En lo financiero y lo industrial, lo novedoso es la aparición de los jugadores del “club de amigos”: la Kirchner-burguesía (Cristóbal López, Eurnekián, Gerardo Ferreyra, Lázaro Baéz, Whertein). Se trata de nuevos actores que irrumpen en la banca, en los servicios públicos privatizados y el sector extractivo (petrolero y minero).

Es importante, sin embargo, señalar que no se trata de un dato novedoso. El modelo de valorización financiero siempre pivoteó con un grupo selecto de empresas locales (los grupos económicos afines a la dictadura, los capitanes de la industria del alfonsinismo, los empresarios locales amigos de Menem). Desde esa perspectiva, el kirchnerismo no es distinto a los demás.

Resultados sociales de las políticas económica post devaluación

En líneas generales, la política post 2003 no logra rompe la matriz regresiva del modelo de valorización financiera. Para poder sostener esta afirmación, es necesario definir esta matriz, por lo menos en sus rasgos más generales, por comparación con el régimen de acumulación anterior (sustitutivo de importaciones):

a) la existencia de desempleo (visible y estructural), con las consecuentes dificultades para los sectores más vulnerables (jóvenes, marginados y viejos que ya no acceden al mercado de trabajo, y un tercio de los ocupados en negro).

b) Trabajadores pobres. Una masa importantísima de la clase trabajadora por debajo de la canasta familiar.

c) Pobreza estructural de masas y sus consecuencias sociales: marginación, delito, analfabetismo, desnutrición, prostitución. Se trata de una “mancha geográfica” visiblemente extendida en el tercer cordón del conurbano, el conurbano rosarino y cordobés. Que se suma a la pobreza estructural histórica de la Argentina en el NOA y el NEA, y a la “nueva” generada en otros lugares del territorio nacional tras la privatización y cierre de empresas como YPF.

Este es el marco general comparativo. Obviamente, los indicadores sociales sí mejoraron en comparación con el desastre de fines de 2001. Pero la mayoría se estabilizó en valores de la década del 90 (niveles de desempleo, pobreza, valores salariales). Cabe aclarar que todas las afirmaciones de este ítem cuentan con la desventaja de no poder contar con indicadores medianamente objetivos debido a la intervención del Indec operada en enero de 2007.

Un interrogante importante es acerca de si las mejoras fueron producto del diseño específico de objetivos de política económica, o por el contrario la consecuencia de “respuestas” a situaciones que se fueron generando más allá de la voluntad de los gobernantes.

¿De qué dependieron, en concreto, las políticas redistributivas del período?

1) De las luchas post argentinazo: de ahí devienen el plan Jefes y Jefas de hogar, que permitió acceder a un símil de seguro de desempleo para 2.300.000 personas. Del mismo período es la doble indemnización por despidos, vigente durante buena parte del período analizado.

2) Del cambio de precios relativos y de una tenue re-sustitución dependió el incremento del empleo.

3) De las luchas salariales que modificaron parcialmente la distribución del ingreso. Esto es particularmente desde fines de 2004. Un dato a destacar con respecto a las mejoras de los ingresos salariales: en el 2006 la inflación empieza a “competir” fuertemente contra estas mejoras salariales. Este tema es fundamental a partir de 2007. La suba generalizada de precios pasa a ser determinante en su rol regresivo del ingreso. La “curva” de mejoras que se venía dando desde la post-devaluación cambia de signo: se incrementa la pobreza y caen los salarios reales.

4) Post 2008 aparecen algunas políticas anticíclicas importantes: la generalización de las jubilaciones, la Asignación Universal por Hijo, el Repro (con el objetivo específico de “achicar el impacto” sobre el empleo de la crisis mundial), y el Programa Argentina Trabaja. Todavía es muy pronto para analizar específicamente sus impactos. Nuevamente, aquí una dificultad insalvable es la poca credibilidad de los índices del Indec. Diversos estudios, que analizan los receptores de beneficios, la financiación de los programas, y los cruces entre programas nuevos y otros que se reemplazan, llegan a resultados contradictorios. Es un hecho, sin embargo, que, por lo menos en el caso de la Asignación Universal por Hijo, más allá de sus limitaciones, ha tenido algún impacto sobre la pobreza extrema.

Las contradicciones del esquema vigente

A pesar de que se sostenga lo contrario, con los discursos sobre “desendeudamiento”, es evidente que el principal problema de la economía argentina, y el límite para la viabilidad de sus políticas económicas sigue siendo el nivel de la deuda externa (insistimos con esta denominación, en lugar de utilizar otros términos como “deuda pública”). Remitimos al lector, en este ítem, al documento del EDI en este mismo número y a la bibliografía citada.

En un aspecto ya más específico, otro elemento importante a tener en cuenta, que orada constantemente la lógica del modelo económico, es la persistencia de la inflación, con sus efectos sobre la distribución del ingreso y la revaluación del tipo de cambio.

Un tercer ítem, fundamental para analizar las posibilidades de sostener en el tiempo un crecimiento del PBI como el visto en esta década es la calidad de la inversión. Este es un tema fuertemente discutido, ya que el porcentaje de inversión con respecto al PBI (22%) está evidentemente alto, por lo menos para los patrones históricos de la Argentina. Sin embargo, su desagregado, presenta serios problemas, cuando analizamos su impacto sobre la matriz reproductiva. El caso más tangente es la crónica crisis energética de la economía argentina, que amenaza en transfomarse en un nuevo “stop and go” para nuestra economía.


El cuarto elemento que le marca un límite a la viabilidad de las políticas económicas actuales, tiene que ver con los actores sociales en los que se apoya el gobierno. Se trata, una vez más, de la existencia o no de un sector de burguesía nacional con un proyecto de desarrollo capitalista autónomo para la Argentina. Pocas veces, en la historia argentina, es más patente esta ausencia.

Los Kirchner han fracasado en “atraer” como socios a una porción fundamental de la burguesía que opera en el país (todo el agronegocio). Y los sectores que le quedan como afines refuerzan una matriz extractiva depredadora (minería o petróleo), o son fuertemente dependientes de los subsidios públicos.

Los impactos de la crisis internacional

La crisis mundial abierta en julio de 2007, desnudó que el modelo dependía y depende de precios internacionales y de la posibilidad de refinanciar deuda. Las fragilidades aparecieron con mucha claridad en el primer semestre de 2008, y tuvieron una relación directa en el desencadenamiento del conflicto de la Resolución 125.

En el tiempo, los efectos de la crisis sobre la economía local, fueron distintos, en la primera mitad de 2008 (efecto suspensión del financiamiento “fácil” en el mercado mundial), segunda mitad de 2008 y primera de 2009 (efectos más graves, con descenso de los precios de las commodities y ascenso del desempleo en el último trimestre), y el período desde el segundo semestre de 2009 (donde la Argentina, al igual que otros países periféricos, da la impresión de tener capacidad de “despegarse” de los efectos más directos de la crisis global).

La crisis internacional le pegó a la Argentina primero en la limitación y encarecimiento de fuentes de financiamiento. Segundo (muy parcialmente) en los movimientos oscilatorios (2008 y 2009) de los precios internacionales de las commodities. Tercero, en la decisión de las multinacionales que operaban en la Argentina de despedir o suspender personal (último trimestre de 2008).

Hay un cuarto factor de impacto, que todavía no operó en la Argentina: una eventual caída en el crecimiento económico, y por tanto la demanda de importaciones, por parte de China y, eventualmente, Brasil.

De estos cuatro eventuales impactos, el único que se sostiene, parcialmente, afectando la economía argentina, es la limitación de acceso al crédito internacional a tasas razonables (inferiores al 10%).

Las comparaciones con el resto de Latinoamérica

Resulta imposible realizar un análisis comparativo de Argentina con respecto a los otros países de la región desvinculado del análisis político. Con las limitaciones que esto implica, y remitiéndonos exclusivamente a las políticas económicas implementadas, lo primero que debemos afirmar es que Argentina no es Venezuela, ni Bolivia, ni Ecuador, países que, con sus contradicciones, han establecido políticas relativamente independientes del imperialismo norteamericano.

Por supuesto que tampoco es Colombia, Perú, Chile, México ni Uruguay, países que han puesto un fortísimo énfasis para el éxito de sus política en una relación comercial privilegiada con los Estados Unidos.

Por último, digamos que la Argentina tampoco es Brasil. Ni por tamaño de mercado, ni por dinamismo de su burguesía. Las diferencias son de gobierno, de clase dominante y de alineamiento internacional.

Estas definiciones “por la negativa” no deben hacernos caer en la trampa de “la excepcionalidad de la política económica argentina”. Nuestro país comparte muchos rasgos comunes con otros: su subordinación a los pagos de deuda externa, incluso anticipados y la mal llamada “política de desendeudamiento”, la matriz de saqueo de ciertos recursos naturales (soja, minería) y, también, con muchos de ellos, los intentos de aprovechar mercados internos regionales.

¿La oposición tiene un modelo alternativo?

Tajantemente no, más allá de la esgrima de la retórica. Ni siquiera es claro que exista una política económica global diferente. Si, por supuesto hay matices, en políticas económicas específicas (por ejempo eliminación de las retenciones). Pero la oposición parlamentaria se apoya en economistas que serían catalogados “heterodoxos” por el establishment. Difícilmente un nuevo gobierno no kirchnerista pueda dar un giro claro y rápido a una ortodoxia económica como la de la década del 90. Los motivos son dos: el primero tiene que ver con las relaciones de fuerza creadas post argentinazo. Y el segundo, es que, si, como sostenemos, creemos que hay una continuidad con el modelo de valorización financiera, no vemos motivos reales para que alguien reclame cambios estructurales en forma urgente.

Lineamientos de una política económica de izquierda

Resulta fundamental salir de la trampa retórica que nos encasilla a “apoyar las medidas heterodoxas porque son las únicas progresistas, frente a la ortodoxia neoliberal”. Un programa económico de la izquierda debe partir de dar respuestas radicales a los problemas estructurales de la economía argentina, en una transición para un modelo de desarrollo no capitalista. Las principales medidas ya están planteadas en el programa fundacional del EDI. Acá simplemente las enumeramos:

* No pago de la deuda.

* Incremento salarial y de jubilaciones de emergencia.

* Plan de obras públicas para terminar con el desempleo estructural.

* Nacionalización de la banca y el comercio exterior.

* Reestatizaciones de las empresas de servicios públicos privatizados bajo el control de trabajadores y usuarios.

* Reestatización del gas y el petróleo.

* Reforma impositiva progresiva

* Reforma agraria

Cabe mencionar que esto no es un “programa de máxima”, sino un conjunto de medidas de emergencia que abran una nueva perspectiva, un camino no capitalista de desarrollo de la economía argentina.

Sí quizás, sea importante posicionarse sobre ciertos temas de la coyuntura. Varios de ellos los mencionamos en los dos documentos recientes del EDI.

Un punto importante es, como parte de un real programa de redistribución del ingreso, ampliar, en cobertura y monto, la Asignación Universal por Hijo. Y avanzar realmente en la recomposición de los haberes jubilatorios (pago de las deudas pendientes y garantía del 82%). Para ambos temas, proponemos entrar a fondo en las cuestiones del financiamiento: la ampliación de los aportes patronales, la eliminación de la legislación de flexibilización laboral de los 90 y la lucha real contra el trabajo en negr0 (35% del total), apuntando a responder como incrementar los aportes a la caja del Anses. Y un impuesto a la renta financiera y una reforma impositiva en general, para financiar desde el presupuesto la diferencia. Y la prohibición de financiar al estado (comprar bonos públicos, léase financiar deuda, o financiar proyectos privados, transformando al Fondo del Anses en un Banco de Desarrollo) tendiendo con esto a a cuidar y no desfinanciar el stock que proviene de las AFJP. Con respecto a las deudas preexistentes con los jubilados, se trata de un stock que debe ser afrontado con recursos o reservas, prioritariamente a otros usos, como pago de deuda o subsidios a empresas privadas.


Bibliografía

Castillo, José, Deuda Externa: colonización, miseria y corrupción, Ediciones El Socialista, Buenos Aires. Abril de 2010.

Castillo, José, Crisis de la Economía Mundial: 40 años de crisis crónica del capitalismo, Edición Voz de los Trabajadores, Caracas, 2009.

Castillo, José, La economía argentina, el conflicto del campo y las perspectivas en el corto plazo, en Anuario EDI 2008, Buenos Aires, Setiembre 2008

Castillo, José “La inflación: un debate teórico imprescindible para el pensamiento económico crítico”, en el Coloquio “América Latina: desafíos y perspectivas para la construcción de una nueva sociedad”, III Coloquio Internacional de la SEPLA (Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico), Escuela Venezolana de Planificación, Caracas, Venezuela, noviembre de 2007.

Castillo, José, La economía argentina desde mediados del 2002, en Anuario EDI 2007, Buenos Aires, Abril de 2007

Azpiazu, Daniel y Martín Schorr, Hecho en Argentina: industria y economía , 1976-2007, Siglo XXI, Buenos Aires, 2010.

Documento del EDI, ¿Por qué rebrota la inflación? Consideraciones sobre sus causas y soluciones, Anuario EDI 2010, Buenos Aires, 2010.

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