martes, 16 de noviembre de 2010

Ahora al Club de París




Cristina sigue pagando

José Castillo


La Presidente anunció por cadena nacional el pago de la deuda externa con el Club de París. Son 7.700 millones de dólares que irán a manos de los gobiernos imperialistas, en vez de dedicarlos a salario, empleo, salud o educación



Hace pocas semanas el gobierno vetó el 82% móvil para los jubilados. Una ley que, a pesar que implicaba un aumento de poco más de 300 pesos, fue catalogada de “imposible de financiar”, que “nos llevaría a la quiebra” y otras expresiones semejantes. Se estaba hablando en concreto de 30.000 millones de pesos. Amigo lector, retenga ese número. Porque ahora, la presidente ha informado, como si fuera un gran triunfo, que vamos a pagar al contado la deuda con el Club de París. ¿Cuánto es en plata? 7.700 millones de dólares, o sea 30.800 millones de pesos. ¿No era que no “existía esa plata” para pagarle a los jubilados?

Ahora sabemos la verdad: efectivamente “no hay plata” para el 82% móvil, tampoco para los empleados estatales, ni para los docentes, ni mucho menos para mejorar la educación y la salud públicas que se caen a pedazos, porque ese dinero irá, una vez más, a manos de los pulpos imperialistas.

No es la primera vez

Desde el comienzo del gobierno de los Kirchner venimos escuchando la misma cantinela: toneladas de discursos contra el FMI, contra los “acreedores buitres”, para, al mismo tiempo, pagar una y otra vez. Los gobiernos de Néstor y Cristina son los que más pagaron en efectivo la deuda externa en toda la historia argentina. No sólo eso: en 2006 se canceló, en efectivo, por anticipado y con reservas, toda la deuda con el FMI, por 9.000 millones de dólares.

Después se “normalizó” la deuda que se había dejado de pagar con los acreedores privados en 2001: se hizo un canje que, además de ser un fabuloso negociado para los tenedores de bonos, le dejó jugosas comisiones a los bancos intermediarios. Y, desde ahí, se pagó puntillosamente cada vencimiento. Hace menos de un año, vino “el segundo canje”, donde se le reconoció la deuda a los acreedores que habían quedado afuera del primero (a los que se había dicho demagógicamente que “no se les iba a pagar más”). Nueva deuda reconocida, que generó nuevos vencimientos. Para pagar todo esto, se usó durante todos estos años plata del presupuesto, de las reservas (dos veces) y ¡hasta del Anses!

¿Nos desendeudamos?

El gobierno acepta que realizó todos estos pagos, destinando esas millonadas al barril sin fondo de la deuda, pero retruca: “la deuda se achica; la política del gobierno es reducir el monto del endeudamiento”. Para demostrarnos que eso es lo que está haciendo, dibuja los números, como en el Indec. No contabiliza como deuda una parte de la misma (los intereses acumulados, la deuda que no entró en el segundo canje, las ganancias generadas por los bonos que ajustan por crecimiento del PBI), ni cuenta las deudas provinciales. Si hiciera bien los números e incorporara todo esto, veremos que la deuda ha subido al valor astronómico de más de 200.000 millones de dólares. El gobierno también compara la deuda existente a fines de 2001 con el PBI de 2002 y dice que “la relación deuda/PBI bajó”. ¡Obvio, compara contra el PBI más bajo de la década! Pero, si comparamos esa misma relación con el momento previo a la caída de De La Rúa, la relación deuda/PBI era similar a la actual: la deuda era entonces, y es ahora, más de medio PBI (50%). ¡Debemos, proporcionalmente a nuestro PBI, lo mismo que antes de la crisis de 2001!


¿Nos “salvamos” por no pasar por el FMI?


Este es otro de los argumentos del gobierno. Habría “logrado” que los miembros del Club de París acepten que no se pase por la auditoría del Fondo. El argumento es falaz por partida doble. Primero, porque la exigencia de “pasar por el FMI” era para que Argentina “renegociara” los vencimientos. Pero ahora paga al contado, o a lo sumo en un par de cuotas, toda la deuda (capital, intereses e incluso deudas no vencidas). No pasamos por el Fondo porque el gobierno “se ajusta a sí mismo”. El FMI nos hubiera pedido, por ejemplo, que ajustáramos 30.000 millones de pesos. ¡Eso mismo hace el gobierno al destinar ese monto a pagar en efectivo!

La segunda falacia es la de que “nadie nos controla”. La negociación es producto de un acuerdo en el G20. Se sabe que la Argentina pedía pagar a cinco años. Los países del G20 le exigieron que cancelara a un año. En síntesis: es el propio G20, en el que están los mismos países imperialistas que deciden en el directorio del Fondo, el que “diseñó” cómo y cuando va a pagar la Argentina.

¿Vendrán “capitales”?

Acá tenemos otra gran falsedad. Ahora sí, nos dicen, después de cancelar esta deuda, que vendrían los ansiados “capitales”, créditos e inversiones que nos beneficiarían a todos. ¡Mentira! No va a venir ninguna inversión productiva. Y las que están no dejan ningún beneficio al país. Recordemos que en 2008, fue la propia Cristina la que le otorgó un crédito a la filial local de la General Motors: esa multinacional no sólo no pone un peso en el país y se lleva las ganancias que obtiene del sacrificio del trabajo argentino, sino que encima recibe préstamos y subsidios estatales.

Los que “van a venir”, probablemente, son capitales especulativos, atraídos por las altas tasas, los privilegios y las superganancias que ofrece el sistema financiero y bursátil argentino. Esto no sólo no deja nada a los trabajadores y el pueblo, sino que además, como ya pasó otras veces, abre el riesgo de burbujas especulativas que después terminan estallando y nos hacen pagar los platos rotos a los de abajo.

En síntesis, el discurso de Cristina desnuda una única verdad: en la Argentina plata hay. La gran pelea es si se la destina, una vez más, a la ilegal, inmoral e infinitamente impagable deuda externa, o, por el contrario, de una vez por todas, a resolver las acuciantes necesidades de los trabajadores y el pueblo.

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