17 de Febrero de 2010
Se está dando la estampida de precios más grande desde que asumieron los Kirchner. Increíblemente, para el Indec los precios en enero aumentaron “sólo” el 1%. Mientras todos los estudios alternativos la calculan en más del doble.
El gobierno de Cristina lo único que hace es justificar los aumentos. Ni siquiera ha previsto los ya fracasados “acuerdos de precios” entre Guillermo Moreno y las empresas monopólicas. Seguramente, en los próximos días se anunciarán algunos “precios acordados”. Ya sabemos cómo sigue la película: esos productos nunca aparecerán en las góndolas, quedando sí como valores imaginarios en base a los cuales se dibujará el número de la inflación del mes que viene.
Mientras tanto, los trabajadores comprobamos horrorizados cómo con 50 pesos no compramos nada. Hay cortes de carnes cuyo precio por kilo ya supera el valor del no hace mucho todavía importante billete con la cara de Sarmiento. Verduras (¡la lechuga a 18 pesos!), medicamentos, artículos de limpieza, combustible (¡4 pesos el litro de nafta!): todo sube, mientras los padres horrorizados empiezan a mirar los valores astronómicos de la canasta de útiles escolares.
Frente a esta realidad no caben las medias tintas ni los discursos desentendidos. Hay que tomar medidas de emergencia para evitar que, día a día, más y más trabajadores caigan por debajo de la línea de pobreza.
1 Aumento de salarios y jubilaciones.
Tenemos que luchar para que nadie gane menos que el valor de la canasta familiar, hoy calculado en 4.000-4.500 pesos. Para llegar a ese monto, se tiene que dar un aumento de emergencia, ya mismo, de 1.000-1.500 pesos en todos los salarios y jubilaciones. Y hay que reabrir inmediatamente todas las negociaciones en una paritaria única, sin ningún tipo de “techo” preestablecido, con delegados elegidos en asamblea. Al mismo tiempo, para garantizar que en el futuro la inflación no se vuelva a comer nuestros ingresos, tenemos que exigir que exista una cláusula de reajuste automático según el alza del costo de vida.
2 Precios máximos.
Para evitar que los productos de la canasta familiar sigan subiendo. No se trata de hacer como ah o ra, q u e “teó ricam en te” existen precios “acordados” o “sugeridos” que no se pueden enco n trar en ning ún su permercado. Establecer precio s máximos significa que se debe definir un precio para un artículo y este debe ser rigurosamente respetado, otorgánd ole la potestad de control a las organizaciones de trabajadores y consumidores
3 Sanciones a los remarcadores.
Muchas veces se dice que los precios máximos n o sirven porq ue los comerciantes no los respetan, ya sea vendiendo por encima de esos valores o acaparando y haciendo “desaparecer” los productos de las gónd olas. Esto se soluciona poniend o en práctica u na herramienta vigente, que el go bierno siempre se negó a utilizar: la Ley de Abastecimiento, que autoriza a multar, clausurar y hasta expro piar a aquel que viole un control de precios o acapare mercaderías para pro ducir faltan tes. No se trata de salir a perseguir al pequeño comerciante, pero sí de hacer caer todo el peso de la ley sobre las grandes cadenas de supermercados y frigoríficos, que son quienes terminan definiend o los precios a los que venden todo el resto de los establecimientos.
4 Eliminar el IVA de la canasta familiar.
Es una medida que permitirá a la vez reducir los precios y aumentar el valor de los salarios. Esto producirá una baja automática del precio de estos bienes en un 21%. Y, al mismo tiempo, será una cuestió n de estricta justicia, porque los im puestos deben ser pagados por los ricos y las grandes empresas, no por el pueblo trabajador.
5 Fuera la intervención y los índices truchos del INDEC.
Ninguna lucha contra la inflación puede darse a ciegas. Tenemos que saber a ciencia cierta cuánto aumentan los precios mes a mes. Para esto hay que terminar con la intervenció n del Indec y los índices truchos. Proponemos, tal como lo reclaman los pro pios trabajadores del Instituto, normalizarlo de inmediato, restituyendo en sus puestos a todos los trabajadores desplazados desde 2007. Ellos saben cómo recalcular el índice de precios al consumidor y demás indicadores truchados desde entonces, cosa que debe hacerse para que los trabajadores podamos usar ese valor en próximas peleas por el salario. Y, para que nunca más suceda que un gobierno destruya las estadísticas públicas, hay que garantizar un Indec independiente de los gobiernos de turno, que sea manejado por sus trabajadores y técnicos.
¡No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras nos roban! Mientras los empresarios aprovechan el “río revuelto” de la inflación para agrandar sus ganancias, el gobierno mira para otro lado y los burócratas sindicales no mueven un dedo. Hay que exigir medidas como las que proponemos para defender nuestro salario, antes que no valga nada.
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